MUSEO NORTE DE SANTANDER
Algo que le está
sucediendo al modo en que pensamos sobre el modo en que pensamos.
Clifford Geertz. Conocimiento local, 1994.
El
viaje es el sino del mundo globalizado. Cada día las conexiones son más
evidentes, los desplazamientos más perentorios. Moverse, mudarse, migrar son
acciones que cada vez más personas están obligadas a realizar. Los motivos de
estos movimientos tienen todos los matices, desde el terror del desplazamiento
forzado hasta la posibilidad de expansión profesional. En tiempos recientes los
venezolanos, que acostumbrábamos ser turistas, nos hemos convertido en
inmigrantes; la crisis económica, política y social ha impulsado a la clase
media al desarraigo, al viaje, a la mudanza.
¿Y
qué sucede cuando el que se muda es un artista? ¿Cómo aborda la experiencia?
¿Cómo la elabora? Estas son las preguntas que articula la exposición Registros
Migrantes. La muestra recoge seis proyectos realizados por Diana Villamizar a partir
de su propia experiencia como inmigrante. Desde el 2006 la artista se muda a
Colombia, radicándose inicialmente en Cúcuta. Allí su trabajo empieza a
articularse a partir del registro de la vivencia fronteriza usando medios
audiovisuales y digitales. Si bien la investigación inicia como una reflexión
acerca de su experiencia personal, deviene en un recuento de corte etnográfico
sobre los intercambios económicos, el caótico orden y los particulares modos de
vivir que suceden en la frontera, en esa banda porosa que separa y une a dos
países.
Las
primeras cinco obras de la muestra: La de todos los días, Cambio libre,
Pimpivesa, Sexta con sexta y La partida registran los permanentes tránsitos, el
movimiento humano, los intercambios comerciales al margen de la legalidad y la
inevitable construcción de lazos afectivos más allá de las fronteras
convencionales son. Mientras que la última, A medio camino, iniciada durante la
residencia artística en Lugar a Dudas a finales del 2013, es un proyecto en
proceso que documenta los motivos, añoranzas y vivencias de un grupo de
venezolanos radicados en Colombia, usando como medio la entrevista directa
registrada en video.
Pero
surge otra pregunta, ¿tiene permiso el arte para apropiarse válidamente de los
recursos de las ciencias sociales? Sí, porque el arte actual tiene la capacidad
de interpretar el mundo, de construir conocimiento a través de la creación de
objetos o experiencias significativas.
Al
inicio del primer capítulo de su libro Conocimiento local. Ensayos sobre la
interpretación de las culturas, Clifford Geertz (1994, Paidos, Barcelona) nos
cuenta que:
“En el ámbito de
las ciencias sociales, creo que hay muchas cosas que son ciertas. Una es que,
en años recientes, ha habido una enorme mezcla de géneros en la vida
intelectual, y que esa amalgama de géneros continúa produciéndose. Otra es que
muchos científicos sociales han renunciado a un ideal de explicación basado en
leyes y ejemplos para asumir otro basado en casos e interpretaciones, buscando menos
la clase de cosa que conecta planetas y péndulos y más esa clase que conecta
crisantemos y espadas. Una tercera cosa es que, en la comprensión sociológica,
las analogías extraídas de las humanidades están empezando a desempeñar el
mismo papel que las extraídas de las profesiones y la tecnología han
desempeñado ya desde hace tiempo en la comprensión física. Además, no sólo creo
que tales cosas son ciertas, sino que lo son en su conjunto; y en este caso, mi
objeto de estudio es el giro cultural que las ha hecho posibles: la refiguración
del pensamiento social.” p. 31
Algo
similar sucede en el trabajo de Diana Villamizar, presentado en esta muestra, y
en el campo del arte en general. Este giro interpretativo ha servido para
desplazar al arte de su función representativa, de mero síntoma cultural, hasta
convertirlo en un medio capaz de analizar la realidad. Las obras de arte hoy
dan cuenta de una realidad inmediata, de un contexto en el que el artista se
sumerge para proponer una explicación. Estos registros y sus interpretaciones
siguen usando el lenguaje propio del arte (objetos y experiencias) pero se
contaminan de otras disciplinas, parecen estar más cerca de las ciencias
sociales que de las bellas artes. Buscan comprender el contexto en que se
inscriben y presentar esa propuesta interpretativa como una nueva forma de
conocimiento. Articulan la experiencia del artista que necesita entender el
mundo para explicar su lugar en él, para explicarse desde la inmanencia
compartida. La nueva puesta en escena no aspira a crear vínculos desde la
contemplación, su meta es otra: interpretar para comprender y hacer
comprensible.
Susana Quintero Borowiak / Curadora
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